Debido a la fertilidad de
su tierra y su cercanía con el mar y los volcanes, Colima fue un lugar ideal
para que algunas civilizaciones prehispánicas construyeran aquí sus ciudades. El
Chanal y La Campana son los sitios arqueológicos más conocidos del estado y a
pesar de que poco se sabe sobre la cultura a la que pertenecían sus habitantes,
es notorio que sus urbes poseían una compleja organización comercial, social y
religiosa. Los pueblos prehispánicos de México compartían la peculiar
característica de rendir culto al más allá y ésta se manifestaba en ceremonias
de corte religioso, públicas y privadas. El templo principal de La Campana
honoraba al dios de la lluvia, Tlaloc, y Ehécatl, dios del viento; del primero
perduran hasta nuestros días numerosas referencias en este sitio arqueológico
que aún conserva sus plazas, centros ceremoniales, altares y juegos de pelota.
Inmersa en el misterio, se dice que la civilización que pobló La Campana se
extinguió debido a un terremoto y que los restos arqueológicos de sus ciudades
fueron alterados por los conquistadores españoles, quienes tomaron sus
materiales para la construcción de sus comunidades. A pesar de esto, aún puede
observarse su drenaje fluvial, avenidas, altos muros y demás legado
arquitectónico de una civilización que practicaba la agricultura y el comercio.
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